sábado, 18 de abril de 2020

¿Dónde está la Iglesia en esta Pandemia?

Por muy increíble que parezca, hay quien hace esta pregunta. Me he encontrado con ella en varias ocasiones en las redes sociales. No sé el tono con el que se hace –cosa que sería importante a la hora de responder- ya que es complicado interpretar los textos escritos cuando falta el complemento no verbal del rostro, el tono de voz, etc. No descarto que sea una pregunta que lleve la carga negativa de quien considera negativo todo lo que aparezca vinculado al hecho religioso en general, o a la Iglesia católica en particular. Descarto, del todo, esa posible mala intención en la presente colaboración. 

Tampoco pretendo responder con exactitud, pues para hacerlo debería uno tener un conocimiento muy profundo de una realidad excesivamente amplia como para describirla en dos párrafos. Ni siquiera pretendo responder a la pregunta. Más bien me gustaría decir que la Iglesia ahora está en el mismo sitio en el que suele estar siempre. Que no se ha movido mucho de lugar en esta nueva circunstancia en la que todos estamos envueltos. Hay tres funciones que la identifican: anunciar el evangelio, celebrar la fe y concretar el amor al prójimo en su labor caritativa y social. 

Tener cerrados los templos ha significado desplegar otra forma de acompañar el anuncio del evangelio. Hemos activado recursos que estaban dormidos en la dinámica parroquial para acercar la palabra de Jesús a las casas de los fieles a través de las redes sociales. Para algunos ha habido una efervescencia increíble. Celebraciones de la eucaristía, ratos de oración ante el santísimo, catequesis virtuales, parroquias on line, etc., etc. O sea, que donde estaba, está, con los recursos que puede utilizar cuando todos estamos recluidos en nuestros hogares. 

Pero hay cosas que no se pueden hacer por internet. La caridad concreta y real no puede ser hecha a distancia. Es imposible. Y la Iglesia está ahora, con Covid-19 y todos, en aquellos lugares en los que estaba. Siguen abiertos los centros de atención de base a familias vulnerables en los salones parroquiales en los que se sigue haciendo la acogida y atención de las personas, guardando siempre las medidas de protección que nos piden las autoridades sanitarias. Siguen abiertos los centros de acogida de personas sin hogar, incluso las unidades de atención en calle (UMAC) han ampliado su labor en los lugares en los que estaban. Los centros de atención, como «Café y Calor», han extendido su horario a las 24 h. Porque es necesario. Los teléfonos de cada parroquia suenan y siguen siendo atendidos como eran atendidos, tal vez con mayor preocupación. Pero esto que se dice de Cáritas, que es Iglesia, se puede decir de los proyectos y fundaciones que llevan adelante personas de Iglesia, laicos y laicas comprometidos, congregaciones religiosas, y un largo etcétera que conoce bien solo la sabiduría de Dios. 

La Iglesia está ahora donde están y como están la suma de los discípulos de Jesús que son la Iglesia. La pregunta debería ser otra: ¿Dónde estoy yo, que soy Iglesia, durante esta pandemia? Y la respuesta es, más que la pregunta, lo importante 

Juan Pedro Rivero González 
Coordinador del Área

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